miércoles, 16 de noviembre de 2011

La culpa y la mirada en Confesión encontrada en una prisión de la época de Carlos II. Comentario de Miram Chorne

Quiero comentar dos cuestiones, hacen referencia a la culpa y a la mirada en este cuento de Dickens. Hace un tratamiento muy acertado de la culpa. Tiene que ver con el hecho de que, para ocultar el cadáver, el personaje elige ese lugar del jardín que va a tratar de disimular sembrándolo. Tanto él como los empleados se afanan en el trabajo. Pero él parece un loco, continuamente instando a los trabajadores a que aceleren el trabajo. Me recordaba de la figura de Lady Macbeth lavándose las manos. Un movimiento frenético en el que surge el afán de borrar la huella de un crimen que no se deja borrar de ninguna manera.

La segunda cuestión en relación a la culpa es la repetición. Si se creía a salvo porque los obreros terminaron de plantar el césped, puede comprobar, cuando se va a dormir, que la culpa reaparece. Dice que no puede dormir como los hombres que se sienten alegres, sino padeciendo sueños vagos y sombríos en los que reaparece la parcela sembrada de hierba. Es decir, lo que ha conseguido “superar” en la vigilia retorna por la noche en la pesadilla. De la parcela emerge un brazo, una pierna, una cabeza, es decir, el cuerpo fragmentado del niño.

Impresionante el momento en el que cuenta que se levantó para mirar por la ventana y asegurarse de que aquello no había ocurrido. Sin embargo, la pesadilla volvía una y otra vez, lo que era mucho peor que estar despierto, pues cada sueño significaba una noche entera de sufrimiento.

Me parece que está muy bien realizada esta exposición de la culpa y la relación con el inconsciente, pues esa culpa retorna bajo la forma de una pesadilla que lo hace despertar para luego volver a soñar lo mismo.

Y en relación con la mirada, hay un fragmento del texto donde se ilustra perfectamente la separación de visión y mirada. Es cuando cuenta que él se queda observando:

“no podía soportar que el niño me viera mientras yo lo miraba… mientras él permanecía sentado en una silla baja al lado de mi esposa, yo lo miraba durante horas escondido detrás de un árbol: escondiéndome y sorprendiéndome, como el infeliz culpable que era, ante el menor ruido provocado por una hoja, pero volviendo a mirar de nuevo”.

Vemos como pasa de la visión a la mirada en el momento en que se experimenta como culpable en tanto el ruido de la hoja hace presente la mirada del Otro.

Miriam Chorne

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