jueves, 15 de diciembre de 2011

El Nadador de John Cheever. La locura de todos. Comentario de Graciela Kasanetz

Desde el principio me llamó la atención ese paralelo entre el nombre del río y el de la mujer de Neddy. Y Lucinda es un río que, efectivamente, existe. Yo también pienso que si algo podía mantenerle a flote era el reencuentro con el cauce del río, reencuentro que lo es con su mujer. Es verdad que apenas no hay diálogos en este cuento, pero quienes le dirigen la palabra son sólo mujeres. Me venía a la mente el poema de Miguel Hernández, llegó con tres heridas, la del amor, la de la muerte, la de la vida. Coincido con que, tal vez, esta es la locura de todos, y no la locura de un delirio. El empecinamiento en algo loco, de lo que uno siente que no se puede bajar, aunque sea absolutamente insensato. Incluso, en uno de los párrafos dice que había recorrido la distancia que le impedía volver atrás. Se preguntaba por qué no lo hacía si no había prometido nada a nadie, sin embargo, estaba comprometido con su propia imagen, y eso lo devoraba.

Respecto a la cuestión que plantea Silvia en su comentario, de si era un clochard, en el sentido laxo y en el sentido metafórico, yo respondería: como todos nosotros.

El relato me parece una crítica social magistral, porque va escalonando cuál es el descenso social, incluso al llegar a la piscina pública, es alguien sin identidad, porque en las otras piscinas, él está identificado como lo que fue y ahora ya no es. Nos va contando como él y su mujer, no sólo formaban parte de esta clase, sino que eran de los que estaban más altos, porque los otros los invitaban con semanas de anticipación y con frecuencia a sus fiestas, pero ellos no se dignaban a ir. Y cuando llega a la casa no hay nadie, era domingo, como tantos otros domingos en los que se querrían quedar solos en familia. Lo único que podemos abrochar es que, ese sí era un lugar de alojamiento para él, su mujer, este río Lucinda al que de manera obstinada quiere hacer existir.

Y planteando el tema que sugiere Miriam Chorne en su comentario, podemos hablar de la actualidad del relato de Cheever, podríamos hablar incluso de la burbuja inmobiliaria, porque estamos ante propiedades que se van sucediendo, y se van poniendo los escalones que hay para bajar. La casa en venta, porque Neddy ve, en primer lugar, una casa en venta, pero es de otros, allí donde estaban los caballos no hay nada. Es decir, muestra los escalones que todos pueden ir bajando, el desprecio que ellos tenían por las invitaciones de los demás, ahora ya directamente ni son invitados, ni Neddy es bienvenido, incluso es despreciado por el camarero.Hay algo que me llama mucho la atención y no termino de entender, pero debe tener algún sentido. Gustavo menciona incluso un tiempo, que puede ser el de la muerte. Yo también me preguntaba si Neddy estaba vivo o muerto. Puede decirse que su cuerpo va muriendo, los brazos quedan inertes, el frío entra en su cuerpo, y finalmente está desnudo a la vista de todos, una desnudez vergonzante, no elegida.

El título del relato me parece genial. ¿Cómo mantenerse a flote? ¿Cómo seguir nadando cuando pasa todo esto? Pensaba que él va quedándose sin un lugar donde habitar hasta que, finalmente, se queda, también él, sin su casa.

Nosotros sabemos que el único amparo que nos acoge ante el desamparo de la vida, es el alojamiento que podemos encontrar en el Otro, un alojamiento al que también hay que consentir. Y el universo imaginario en el que se alojaba Neddy, de repente lo desaloja a él, pero todos parecen en trance de ser desalojados.

En este punto evoqué la cuestión del trabajo y de Las amistades peligrosas, donde nadie trabaja. Todo transcurre entre el jolgorio, las envidias, pero nadie vive de su trabajo. Aquí parece que también es mal considerado vivir del trabajo.

Y en cuanto a la locura, no me resuena más en este cuento que en otros. Precisamente, creo que esta es una locura que nos toca a todos, una insensatez en la que, tanto individual como socialmente, podemos caer, incluso creo que estamos embarcados en ella. Se trataría, en tal caso, de ver cómo nadamos, qué corriente de río construimos, porque nadar de piscina en piscina no va a construir ningún río nuevo. Creo que, tal vez se trate de construir algún tipo de río navegable.

Graciela Kasanetz

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