lunes, 16 de enero de 2012

El rastro de tu sangre en la nieve. La hemorragia del amor. Comentario de Graciela Kasanetz

Comenzaré haciendo una alusión al título. Creo que en él aparece por primera vez, a posteriori, la voz del narrador. El rastro de “mi” sangre, el de Nena Daconte, en la nieve, se transforma en el rastro de “tu” sangre en la nieve. El rastro de la sangre es el de la muerte, y cuando le toca a Billy Sánchez, se transforma en el rastro de “tu” sangre en la nieve. Él quería borrarla del abrigo de visón, era el rastro de la sangre seca, los objetos eran todos brillantes, ellos mismos, los protagonistas, eran objetos brillantes. El coche, el suntuoso ramo de flores, la gente que los recibía, todo era brillante. Sin embargo, ¿en qué escenario, una gota de sangre puede convertirse en brillante? Una gota en la nieve ya no nos permite mirar la nieve brillante, nos lleva la mirada a la gota de sangre, a la muerte.

Este cuento, desde el primer momento, me causó mucha angustia. Porque esa gota de sangre era algo que iba cayendo y horadando la piedra. ¿Qué hemorragia mata a esta mujer?: el amor. Y en el amor, desde el primer encuentro, ella consigue atraerlo insistiendo en la castración de él. Cuando él exhibe su falo, ella, que está desnuda, le traslada la castración a él. Es ahí donde el matón se humaniza, donde el amor lo humaniza, pero el amor a través de la castración. Me Este cuento me recordó el cuadro al que hace referencia Lacan, Los Embajadores, de Holbein, donde se presentan las cartas credenciales y en el suelo hay un objeto que atrae nuestra mirada y que, en anamorfosis, es una calavera. Entre todo el boato, la vanitas, resulta que todos vamos a morir. Me parece, en este sentido, un cuento en anamorfosis donde la gota de sangre es ese objeto que quita el brillo a toda vanidad, un objeto que, por oscuro, brilla más que ningún otro.

Por otro lado, y como se ha hecho referencia a los cuentos de hadas, creo que estamos ante un anticuento de hadas. Precisamente, en los cuentos de hadas todos viven, nadie muere, algo así como vivieron felices y comieron perdices. Este es un anticuento de hadas. Si éstos terminan donde empieza la vida, El rastro de tu sangre en la nieve empieza con la vida y la herida del amor lleva a la muerte.

Graciela Kasanetz

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