miércoles, 14 de marzo de 2012

Beatriz García abre la tertulia dedicada al relato de Faulkner; Una rosa para Emily

Nos habíamos acostumbrado a representarnos a ella y a su padre como un cuadro. Al fondo, la esbelta figura de la señorita Emilia, vestida de blanco; en primer término, su padre, dándole la espalda, con un látigo en la mano, y los dos, enmarcados por la puerta de entrada a su mansión. Y así, cuando ella llegó a sus 30 años en estado de soltería, no sólo nos sentíamos contentos por ello, sino que hasta experimentamos como un sentimiento de venganza. A pesar de la tara de la locura en su familia, no hubieran faltado a la señorita Emilia ocasiones de matrimonio, si hubiera querido aprovecharlas.”

He elegido este párrafo para empezar el comentario del relato que Faulkner (1897-1962, Nobel de literatura en 1949) publica en 1930. Es su primer cuento corto publicado en un diario nacional. Entre 1929 y 1932 publica nada menos que El ruido y la furia, Mientras agonizo, Santuario y Luzde Agosto. O sea, que está en pleno furor creativo. Se trata de un relato, como todos los suyos, ambientado en el sur de EEUU, que él recrea como el condado ficticio de Yoknapatwpha, que da cuenta de la decadencia del sur derrotado en la guerra de secesión (1861-65), pero también del conflicto universal entre las leyes y el deseo, y de la locura como eventual resultado de una ley inhumana.

El título hace referencia a algún tipo de homenaje compadecido hacia la víctima de un destino trágico, que en el relato aparece como inevitable.

Se trata de un retrato no lineal que juega, como elemento estilístico fundamental, con los saltos en el tiempo.

En el primer capítuo se habla del funeral de Miss Emily Grierson, a quien nadie ha visto en muchos años, que es descrita como un monumento caído, una tradición y una preocupación para la ciudad. Descripción de la casa como emblema de la decadencia de un mundo que esta cambiando. El asunto de los impuestos y el cambio de generación, que muestra el choque da las nuevas leyes con las figuras de un pasado que se resiste a desaparecer.

En el segundo capítulo, el relato se remonta a 30 añosantes, cuando el “asunto del olor”, situado 2 años después de la muerte del padre y poco después de la desaparición del pretendiente. En esa ocasión nadie quiere enfrentarse a la autoridad que Emily representa y el asunto se resuelve“solo”. Nos enteramos ahí de que Emily había tenido que sufrir una crisis antes de dejar que se llevaran el cuerpo del padre muerto, negando que el fallecimiento se hubiera producido. Y encontramos este párrafo enigmático:
“Entonces no decíamos que estaba loca. Creíamos que tenía que hacer lo que hizo. Recordábamos a todos los jóvenes que su padre había ahuyentado y sabíamos que, ahora que nada le quedaba, tendría que aferrarse a quien la había robado, como cualquiera en su lugar lo haría.” (“ She would haveto cling to that which had robbed her, as people will”: tendría que aferrarse a aquello que la había arruinado/despojado/ privado, tal y como suele hacer la gente).

En el tercer capítulo, se cuenta lo que sucede entre la muerte del padre y el asunto del olor: Tras la muerte del padre, Emily había enfermado. Deja de salir, encerrada en la casa-tumba, y cuando reaparece lo hace trágica y serena, “como un ángel”. Entonces irrumpe el progreso en la ciudad, que se llena de obreros y capataces, y con ellos Homer Barron, un yanqui moreno, de otra clase social, grueso, activo, sociable y divertido, en una palabra: vital. Es lo opuesto a la pálida y delgada Emily que habita en lacasa-panteón. Surge algo entre ellos. Empiezan los paseos y también las murmuraciones: ¡pobre Emily! Hay que decir que es pobre tanto si se casa conHomer y trae la deshonra a su familia por mezclarse con alguien tan poco noble, como si no se casa y queda sola, arruinada y despreciada por el plebeyo. No hay solución: Emily compra el arsénico en un diálogo que es más bien un monólogo donde ella sólo repite ajena a toda dialéctica: “quiero arsénico”.

Capítulo cuatro: ¿se irá a suicidar? Se pregunta el pueblo entero. Sería lo mejor que podría hacer. Todos respirarían tranquilos al deshacerse de la preocupación que Emily representaba. Ahí se desnuda el odio implícito en la preocupación de los atentos vecinos de Jefferson: andar por ahí con Homer, es un mal ejemplo, casarse con él, peor, aunque eso le rebajaría los humos, piensan.

Hay una maniobra de despiste: Emily compra artículos de ajuar para hombre. Homer se va y vuelve una última vez a encontrarse con Emily. A partir de ahí, no se le ve más. Todos comprenden: ha sido abandonada y ha enloquecido:
“como era de esperar, como si aquella condición de su padre, que había arruinado su vida de mujer durantetanto tiempo, hubiera sido demasiado virulenta y furiosa para morir con él…”.

Cuando reaparece durante un corto periodo, es para mostrar un cambio físico notable: su cuerpo abotargado y vestido de negro, parecía haber estado sumergido largo tiempo en agua estancada y sus cabellos se han vuelto grises, detalle siniestramente fundamental en el desenlace del relato. Permanece inasequible y perversa (notable adjetivo) hasta su muerte.

El último capítulo vuelve al registro temporal del principio del relato cuando, tras el fallecimiento de Emily, toda la ciudad entra a curiosear en la casa. El sirviente negro casi mudo huye sin dar explicaciones y se abre la habitación cerrada del piso de arriba, que encierra el secreto del espanto que liga a la mujer loca con su verdadero partenaire: la muerte.

Los personajes del relato, si exceptuamos al sirviente negro sin voz, se reducen a la protagonista, su padre, Homer Barren y un narrador coral que es la voz de la comunidad. Todos los demás personajes que aparecen nombrados (el coronel Sartoris, el juez Stevens, el pastor y su mujer…) no aparecen como personajes con carácter propio, sino solo en tanto miembros de una comunidad con una sola voz.

Del padre ¿qué decir? Quizá solamente que Emily no tiene propiamente un padre, sino un retrato polvoriento que cubre su féretro o una silueta con un látigo en la mano, impidiendo la entrada de cualquier pretendiente, ya que ninguno era lo bastante bueno para ella, representante de una ley inapelable que no permite el cambio ni, por tanto, el devenir del tiempo.

En la literatura gótica norteamericana, la locura femenina, frecuentemente ligada a secretos y maldiciones hereditarias, se dibuja como el síntoma del confinamiento y la sumisión de las mujeres a la tradición. Emily simboliza el culto rabioso al pasado, la cultura que pretende detenerse en la supuesta gloria pretérita y cerrarse al otro, condenándose así a la locura y la muerte.
Los del pueblo odian a los Grierson, piensan que se tienenen más de lo que realmente son, y a la vez los temen y los sostienen, como se hace con un ídolo (los más viejos diciendo, no se atreverá, nobleza obliga),como garantes de un orden cósmico inmutable.

Pero ¿de qué naturaleza es la locura de Emily? ¿se trata del mal que proviene de no aceptar un límite? ¿mata a Homer porque este se disponía a rechazarla y no puede admitir tal afrenta a lo que ser una Grierson representa?, ¿o lo mata precisamente porque se disponía a desposarla y tiene que eliminar la alteridad y los cambios que la entrada de este hombre suponían para su existencia? Queda a la imaginación de cada uno, pero es claro que el hecho de que conserve el cadáver y duerma con él introduce el dato siniestro fundamental del relato que lo resignifica todo. No sólo lo elimina, sino se lo queda y con ello realiza el acto que detiene el tiempo, dejándola suspendida en el instante eterno de la muerte del padre, al que no puede perder porque nunca lo tuvo, convertida en una muerta viviente que se acuesta cada noche en la cámara nupcial-mausoleo donde todo estaba preparado para que el incauto pretendiente recibiera el ominoso abrazo de la muerte.

Beatriz García

No hay comentarios: