miércoles, 4 de julio de 2012

La Espina, de Ferdinand Von Schirach. Un relato muy alemán. Por Gustavo Dessal

El título original del libro no es Crímenes sino Rupturas. Me parece un título menos vulgar, mucho más interesante, porque tiene una capacidad más abarcativa de los casos que nos ocupan. Pero supongo que los editores españoles consideraron que Rupturas era un título menos comercial.



También quiero señalar que, al menos este cuento, La espina, introduce una cuestión importante: es un cuento muy alemán. Pero todo el espíritu del libro plantea esta vertiente. Diría que, aún siendo el propio autor muy alemán, no es seguro que sea un propósito consciente por su parte.


En las primeras frases recrea ya un mundo que es consustancial a la idiosincrasia alemana. Un mundo caracterizado por un orden donde todo está contabilizado, fichado. El tema de las fichas es muy interesante, podría haber hablado de computadoras, pero habla de fichas, término que para los alemanes es muy evocador. Por otro lado, tenemos los tres uniformes grises y la camisa que le entregan al protagonista. Unos sencillos detalles que evocan la eficacia.

Sólo un golpe de viento, una imagen del azar, podía producir el cambio y la dislocación que de ello resulta en ese universo programado.

Y me parece muy interesante el consentimiento que el protagonista otorga a la situación a la que se ve sometido, el silencio absoluto, el hecho de que no eleve la más mínima protesta. Esto tiene un peso en la atmósfera del cuento, en el sentido de que sigue siendo una cuestión muy alemana. Como sigue siendo una cuestión muy alemana el debate que se abre respecto de la comisión del mal, si el hecho protagonizado por Feldmayer es un crimen o una ruptura.

¿Cualquier persona es capaz de cualquier cosa? Esta es una problemática muy alemana, y aún no resuelta. Yo basé mi última novela en un ensayo de Harald Weltzer que se titula Los ejecutores. Personas corrientes convertidos en asesinos de masas. Hay toda una literatura sobre esto. No cualquiera hace cualquier cosa, pero cuando sesenta millones de personas hacen la misma cosa, eso introduce al menos un problema.

Imagino que la formación intelectual de un hombre como Von Schirach no debe desconocer que hay una leyenda muy importante, centroeuropea y de la Edad Media, que es el mito de la piedra de la locura. Se creía en ciertas regiones del norte de Alemania y Flandes que la locura era una piedra que estaba alojada en la cabeza, y la curación de la locura consistía en la extracción de la piedra que la provocaba. Los españoles tenemos la fortuna de contar, en el Museo del Prado, nada menos que con la obra más importante sobre esta temática, La extracción de la piedra de la locura de El Bosco. Hay otro cuadro sobre esta temática del pintor Van Hemessen. Se consideran las dos obras más importantes sobre esta temática, sobre todo la de El Bosco, por la cantidad de simbolismos que contiene.

La otra cuestión que me parece interesante del cuento es el tema. La espina, más allá de su temática grecolatina, contiene un simbolismo crístico muy importante. En determinado momento el protagonista va a pasar a la acción, va a pasar al acto con las chinchetas. Y lo hace para redimir. Esta palabra me parece muy importante. Redimir a la estatua de su dolor. Y el hecho de tomar sobre sí la carga de redimir a ese ser del dolor, creo que añade otra temática al relato.

Por eso creo que el cuento tiene una carga de profundidad muy grande. Trabaja simultáneamente con fuentes semánticas, y con toda una simbología que combina la antigüedad y la Edad Media, todo lo cual lo hace muy interesante. Y la problemática de que la locura tenga que ver con algo que no se consigue extirpar del cuerpo –la espina— está muy bien captada por el autor.

También aparece en el relato una reflexión sobre la cuestión del tiempo. Porque la locura tiene mucho que ver con la cuestión de la infinitud. Feldmayer, a partir del momento en que ingresa en el museo, entra en la eternidad. Como ya no puede rotar, queda flotando en la eternidad.

La eternidad es una dimensión del tiempo que, a la vez, nos introduce en la paradoja de que anula el tiempo. Y para poder recobrar su localización en el tiempo, el protagonista necesita objetivar algo en el espacio. Es una cuestión estrictamente físico matemática. La única manera, eso lo demuestra Einstein, de que podamos tener una cierta objetivación del tiempo, es el espacio-tiempo. El tiempo es una cosa absolutamente subjetiva, mientras que el espacio no lo es. Por tanto, es mediante el espacio como podemos tener una cierta dimensión de lo que es el tiempo.

Lo interesante es cómo consigue este hombre recobrar la dimensión del tiempo. En ese sentido, me parece extraordinario el relato. Esto forma parte de la condición de todos. En cierta realidad, todos, si sólo estuviésemos hechos de palabras, estaríamos prometidos a la eternidad. Lo que nos hace verdaderamente partícipes de la vida es el hecho de tener un cuerpo y de poder tener alguna vivencia respecto al cuerpo. En este caso es una vivencia que pasa fundamentalmente por el dolor, no solamente en relación a la locura. Por eso me parece que la temática crística es muy importante, porque la religión cristiana es la primera en la historia del monoteísmo en introducir la dimensión del cuerpo en la forma del dolor.  

Gustavo Dessal

No hay comentarios: