martes, 15 de enero de 2013

La condena de Kafka, o el coraje de vivir la vida. Comentario de Graciela Kasanetz

He leído muchas veces este cuento. La primera vez que lo hice, y frente al desenlace, me preguntaba ¿esto qué es? Pero como siempre, esta tertulia me resulta enormemente rica, y permite ampliar el pensamiento. Voy a estar de acuerdo con muchas de las cosas que se dijeron. Creo que en la trama, al igual que ocurre en La metamorfosis, encontramos la precipitación del cumplimiento de una condena. Si allí la teníamos en la primera frase, aquí la tenemos en la última. En La metamorfosis la condena era por no haber vivido su vida. Por haber faltado el coraje para vivirla, se transforma en un insecto. Creo que en La condena, a mi entender, se trata de lo mismo, de la falta de coraje, de la cobardía para vivir la vida. Esto lo pensaba al hilo de lo que ya se comentó, que no es una culpa religiosa, sino una culpa Shakespereana, producto de postergar aquello que tiene que ver con el deseo. Para mí, después de haber escuchado a los tertulianos, es indiferente si existía o no existía el amigo, si existía o no el padre, si existía o no la mujer. Eso es de lo que se vale magistralmente Kafka para engancharnos y poder llegar a decir lo que casi es indecible. Excepto en los escritores de esta talla –y pensaba en la tertulia del mes pasado sobre una obra de Kenzaburo Oe— la cuestión es cómo dicen lo indecible. Creo que la condena, para Kafka, es la vida misma cuando no se tiene el coraje de vivirla. En esta falta de coraje entra, por supuesto, el miedo al matrimonio, el miedo a la mujer.  


Plantea casi siempre Kafka que sólo es posible ser hijo de un padre terrible. Voy a parafrasear a Jacques Lacan. Dice que la mujer no existe. Con mucho atrevimiento voy a decir que el padre tampoco existe, y que la madre tampoco existe. Cuando digo que el padre y la madre no existen, no lo digo en el mismo sentido que dice Lacan que la mujer no existe. Es decir, que no es posible hacer una categoría de la mujer. Si digo que el padre no existe es porque el padre de cada uno es un fantasma de cada uno, es algo que uno ha creado; la madre de cada uno también, independientemente de que tengan algún rasgo, por supuesto, que uno ha construido y ha tomado de esos padres. Pero el sujeto que es padre de una persona, el sujeto que es madre de una persona, es distinto para cada uno de sus hermanos, con lo cual, el padre y la madre no existen más que como fantasmas y por su función como tales. Lacan dice, del padre se puede pasar a condición de servirse de él. El tema es que este hijo, George, no se puede servir del padre para vivir su vida. Si éste era el hijo que el padre había querido tener, creo que reformularía la cuestión. Éste es el hijo que el hijo cree que el padre quiso tener.  


Tanto La condena como La metamorfosis representan el pasaje inmediato al cumplimiento de una merecida condena, una condena por no haber tenido el coraje de vivir la vida.  


Graciela Kasanetz

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