miércoles, 1 de mayo de 2013

Graciela Sobral abre la tertulia sobre El ruido de un Trueno de Ray Bradbury

En primer lugar quisiera agradecer a Miguel Ángel, a Gustavo y a Alberto la invitación para abrir la tertulia de hoy, pero en particular a Alberto Estévez, que me insistió bastante y me ofreció esta pequeña joya.

Soy aficionada a la ciencia ficción, me gusta mucho Ray Bradbury, que es uno de los primeros autores de este género que he leído y no conocía este texto, así que me dispuse a su lectura como a un delicado festín, del que debía dar cuenta después con un comentario. Pero me encontré con un cuento que, de entrada, por lo menos, no es nada fácil de comentar. Su lectura aturde como el ruido de un trueno: algo real, sin sentido, amenazador, que produce desconcierto y congoja. Quedé anonadada, no sólo por la lectura en sí, que es muy impresionante, sino porque debía hablar sobre él y su efecto fue dejarme sin palabras.

Entonces recurrí a internet para informarme sobre el ruido del trueno, la teoría del caos y el efecto mariposa. Ray Bradbury, estudioso autodidacta, estaba muy al tanto de los avances científicos y escribió este cuento en 1952 (publicado finalmente en su libro Las doradas manzanas del sol). La teoría del caos aparece en los años 60, a partir de las investigaciones de un meteorólogo llamado Lorenz. O bien Bradbury se adelantó genialmente a estos estudios o bien estaba al tanto de ellos. En cualquier caso, pensó que el mundo cambiaría muchísimo en un siglo, ya que esta increíble historia transcurre en 2055. Estamos todavía lejos de semejantes adelantos científicos, o tal vez no, y no lo sabemos.

En primer lugar, se puede pensar que su relato es una especie de homenaje a esta investigación y que la utiliza como escenario para poner en juego una idea sencilla: el hombre, con el auxilio de la ciencia y de la técnica, cree que puede controlar y manipular, en nuestro caso, la naturaleza, el tiempo y la vida misma, pero los actos tienen consecuencias y éstas son incalculables aunque se intente tener todo bajo control. Por otra parte, sugiere la idea de que nuestro mundo podría haber sido, tranquilamente, otro. Algo tan aparentemente nimio como la vida de una mariposa puede cambiarlo todo.

¿Qué nos dice el cuento? Habla de la omnipotencia y, también, de la tontería del hombre relatando una historia mínima que nos llena de inquietud. El hombre construye y destruye su propio mundo, en muchas ocasiones, de la manera más banal.

La historia mínima tiene cinco personajes, de los cuales, dibuja el perfil de dos, o tres: Eckels, el cazador; Travis, su guía y Lesperance, que pertenece también a la compañía Safari. Ésta es una empresa que se dedica a organizar expediciones de caza muy particulares: mediante una especie de túnel del tiempo llevan a los cazadores a la época histórica en la que pueden encontrar el animal elegido, y les permiten capturar su presa, siendo éste un animal a punto de morir. Es decir, ofrecen la posibilidad de la caza de tal forma que es como si, en el registro de la historia, ese hecho no hubiera ocurrido, como si ese animal no hubiera sido asesinado, como si el hombre no hubiera intervenido allí de ninguna manera. Una especie de operación quirúrgica perversa. Sin embargo, la empresa sabe de su osadía. Al comienzo el oficial dice: “no garantizamos nada, excepto los dinosaurios.”

El ruido de un trueno

El trueno se desplaza mediante ondas explosivas (y no mediante ondas acústicas). Estas ondas explosivas son más rápidas que el sonido, y llegan desde un lugar remoto. Un trueno fuerte y brusco, que se oye inmediatamente después de la fulguración, es engendrado por una onda explosiva que aún no se ha destruido, que permanece viva, actuando en la distancia. El ruido del trueno puede alcanzar una cantidad de decibelios que lo sitúa en el umbral del dolor para el ser humano. Es decir, podemos pensar el ruido del trueno como la voz espantosa e insoportable de algo remoto y vivo.

Eckels

Eckels emprende su aventura después del tranquilizador triunfo del demócrata Keith sobre el tirano. Pero su pieza más preciada, el tyrannosaurus rex se transformará en su peor pesadilla y en su camino al horror y a la muerte.

El miedo de Eckels, por otra parte, es lo que va a agujerear la omnipotencia del proyecto. Eckels dice que no puede matar al tyrannosaurus, ¿se trata del encuentro con un límite? Entiendo que sí. En ese sentido Eckels  representa lo “humano”, es el que se divide frente al monstruo, el que teme, el que se equivoca, el que hace fracasar todo. Porque los otros participantes, más desdibujados en el relato, parece que pueden moverse en ese otro mundo como si no fuera “otro”, respetando las reglas, haciendo lo correcto. Por otro lado, si bien Eckels representa lo humano, representa lo peor de lo humano, lo más pusilánime, lo más mediocre.

Entonces, frente al hecho del encuentro con ese ser tan real, tan inasimilable, Eckels se asusta, aturdido sale fuera del camino que debía llevarlo a la Máquina y pisa la tierra prohibida. Al volver al presente, con barro en los zapatos y la mariposa muerta, descubre, con horror, que las cosas son distintas. Algo que llega rápidamente de un lugar remoto, afecta nuestro presente; algo sinsentido como un ruido amenazador. Pudo parecer que lo amenazador era la naturaleza: el rayo, el tiranosaurio, ¡hasta la misma mariposa! Efectivamente, hay algo incalculable y, por lo tanto, atemorizante, en la naturaleza que el hombre pretende dominar. Pero no se trata fundamentalmente de eso.

El monstruo (o el dios) que Eckels no pudo matar le reaparece, como una pesadilla, en el presente. Con la misma espantosa sorpresa que produce el ruido de un trueno, o la presencia de la bestia, encuentra un mundo distinto. La ortografía ha cambiado, las palabras se escriben de otra manera, lo que estaba escrito se reescribe. Él, con su desobediencia de las normas, con su miedo, ha reescrito la historia de la peor manera.

El texto dice, al final: “Eckels gimió. Cayó de rodillas. Recogió la mariposa con dedos temblorosos. - ¿No podríamos – se preguntó a sí mismo, le preguntó al mundo, a los oficiales, a la Máquina, - no podríamos llevarla allá, no podríamos hacerla vivir otra vez? ¿No podríamos empezar de nuevo? ¿No podríamos…? No se movió. Con los ojos cerrados, esperó estremeciéndose. Oyó que Travis gritaba; oyó que Travis preparaba el rifle, alzaba el seguro, y apuntaba. El ruido de un trueno.”

Este párrafo me evocó algo que ya comenté en otra ocasión, en relación al cuento El rastro de tu sangre en la nieve, de Gabriel García Márquez. Eckels, en el último momento, pretende reparar la herida, pero la herida ya se ha producido, no se puede volver atrás ni aún disponiendo de la Máquina del Tiempo. Como he dicho más arriba, las consecuencias de los actos son incalculables e imborrables.

En este caso, el hombre pretende intervenir en la naturaleza, que es una metáfora de los orígenes, que es el comienzo de la historia, como si no lo hiciera, como si eso no tuviera consecuencias. Eckels quiere volver atrás y animar a la mariposa, para recuperar su mundo y su propia vida. Pero eso es imposible.

La maravillosa descripción que hace Bradbury del mundo prehistórico me recordó a la película Blade runner, sobre todo, al monólogo final del replicante Roy Batty, “hora de morir”, cuyas palabras forman parte de la historia del cine y de una poética. Dice: “Yo…he visto cosas que vosotros no creeríais… atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”

Cada momento de la vida, de la historia, se perderá en el tiempo como lágrimas en la lluvia, salvo que alguien pueda contarlo, escribirlo, hacerlo trascender. Ambos, Eckels y Roy Batty, vieron mundos imposibles, el pasado y el futuro. Eckels no es un replicante, es un ser vivo. Pero él no tiene la dignidad ni la grandeza final del replicante, él no vio nada de todo lo que hubiera podido ver. Estuvo en otro mundo, ciegamente, buscando un objeto, una pieza más, la más importante de su colección y cuando vio algo, se horrorizó. Ceguera y miedo. Ambos mueren. Uno, arrepentido, culpable y, a la vez, sin entender nada. Al otro, al replicante, le llega la hora de morir pero antes tiene algo que decir. Sin ser humano, no pasó por este mundo en balde. Cierra un ciclo, puede dar cuenta de algo.

Para concluir este breve comentario quisiera comentar cierta semejanza estructural entre lo que ocurre en el cuento y el psicoanálisis.

La experiencia analítica nos enseña que “volver” al pasado, pensarlo, repensar los acontecimientos y nuestro lugar en ellos, cambia el presente (porque nos permite ver y experimentar las cosas de otra manera) y permite abordar el futuro desde otro punto de vista. Aunque ya no se trata del “efecto mariposa” sino de la lógica del inconsciente y del dispositivo analítico. Poder ver la propia historia desde otro punto de vista cambia el futuro. Aunque, evidentemente, no se trata de la experiencia siniestra que relata nuestro cuento.

Graciela Sobral

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