lunes, 2 de septiembre de 2013

Historias contadas. Comentario de Graciela Sobral sobre el relato La hoguera, de Jack London

Hay algo obvio: hay historias y vidas que son contadas. Y hay una relación entre psicoanálisis y literatura, tiene que ver con las historias, con las vidas que son contadas con palabras. Me emocionó mucho leer este cuento porque me remitió a una historia muy cercana. Es una historia que ocurre en 1901. Mi abuelo, en ese momento, tenía 19 años, y era alférez de la marina Argentina. Un barco noruego que hacía una expedición al Polo Sur, paró en Buenos Aires para abastecerse, y retomó su viaje con los 150 suecos y noruegos que viajaban en él, y mi abuelo. Este barco se llamaba Antartic. Los viajeros eran todos científicos que iban al polo a poner una caseta de investigación. Luego el barco daría una vuelta por la zona y volvería para recoger a los científicos y hacer el viaje de regreso. Pero está la naturaleza, el frío, el hielo, y eso no ocurrió así. El barco se hundió, y sus viajeros no pudieron volver en el momento previsto. De los 151 –los 150 suecos y noruegos más mi abuelo— sólo sobrevivieron 6, entre ellos mi abuelo. Éste murió posteriormente, cuando yo tenía 5 años, pero he participado toda la vida en actos que conmemoran esa epopeya. Porque él fue un héroe nacional. Entonces, a raíz de la lectura del cuento de Jack London, volví a releer el libro de mi abuelo Dos años entre los hielos.

Era como si en La hoguera, yo estuviera ahí, haciendo el camino con ese hombre necio. Lo que vive es tremendo. Uno de los méritos del cuento es que te sitúa en la piel del protagonista. Y desde la perspectiva de éste es tan verídico, lo que cuenta es tan real, que tiene las características de la omnipotencia y la necedad en relación con la naturaleza. En la relación con el animal, no se trata de que quererlos, sino de usarlos, lo cual no quiere decir maltratarlos. Eventualmente se los comían, si no tenían otra cosa para comer.

Por tanto, le debo a Jack London haberme vuelto a acercar al libro de mi abuelo. Y si pudiera decir algo desde la perspectiva de este cuento, diría que hay que estar despierto. Si te duermes te mueres. Te mueres congelado. Es muy impresionante. Como digo, estos relatos los he oído muchas veces. Me gusta como introduce lo subjetivo en la naturaleza. Mi abuelo contaba que estos hombres se quedan congelados a medida que se dormían, y que esa era la muerte más dulce, muerte en la que uno, poco a poco, va desapareciendo.

Quería hacer un homenaje emocionado a estos hombres a través del relato de Jack London y del libro de mi abuelo, los dos muy creíbles en cuanto a la forma de afrontar esas expediciones con su puro coraje. Eran vidas que se vivían en esa época, historias donde todavía había un mundo hostil por conquistar y descubrir. 

Graciela Sobral

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