miércoles, 27 de noviembre de 2013

Askildsen o deducir lo importante entre lo que no se dice, por Alberto Estévez

Cuando me dispongo a redactar este comentario nuevamente advierto cuánto más fácil resulta escribir algo cuando el objeto del que se trata es del gusto de uno. Hay un plus en el que escribe cuando se trata de una obra que se tiene presente sin el esfuerzo que supone el recuerdo, como si estuviera siempre a mano y disponible, igual que unas tijeras en una cocina. 

Debo a una muy querida compañera y habitual tertuliana mi bautismo en Askildsen, fue un regalo por mi aniversario hace ya unos cuantos años. De aquel bautismo nació mi gusto por el autor, por cómo narra, en lo que considero un estilo muy definido, piropo para cualquier escritor, pero sobre todo por lo que narra, por lo que relata Kjell Askildsen, el objeto de sus relatos. Es aquí donde mi profesión me obliga a detenerme, dado que además yo no soy ningún experto en literatura y no me voy a andar metiendo en jardines habiendo tantos tertulianos, me consta, que pueden con mucha más autoridad que yo, entre otras cosas porque se han dedicado a los estudios literarios, hacer un análisis de su estilo que me parece más que singular, me atrevería a decir único. 

Volviendo al relato que nos ocupa, ¿cuál es el objeto al que apunta? ¿Qué temática le subyace? Algunos entre ustedes quizá puedan responder sin miramientos, no es mi caso, y quizá no esté tan claro para todos. Les propongo dos medidas para poder responder a esta pregunta a aquellos para los que, como yo, no tengan tan claro cuál es el tema del relato. 

La primera medida es obvia en cualquier lectura, dirigirnos al título: Un vasto y desierto paisaje. Pero este título nos plantea un primer problema, el que se deriva de su manifiesta intención poética. Una vez que leemos este título ya podemos imaginar, sin que haga falta que penetremos en la obra del autor, que este vasto y desierto paisaje no es nada muy concreto, no nos va a hablar de ningún paisaje de naturaleza desértica y de dimensiones generosas. Y efectivamente acertaremos, los paisajes que se relatan nada tienen que ver con la naturaleza, por lo tanto cabe plantearse la presencia de cierto efecto metafórico, cierta condensación que es tan habitual en el ejercicio de la poesía. 

Un vasto y desierto paisaje es una figura de la desolación, si lo elegimos como título de lo que vamos a narrar ya podemos tener claro que la aflicción y la angustia serán nuestros temas centrales. Así es, lo comprobamos en el relato en cualesquiera de sus tres protagonistas; el hombre que acaba de perder a su esposa en un accidente de tráfico, la madre, mujer abandonada por su marido, y la hermana, que aparentemente pareciera la más entera pero que el escritor se encarga de poner ahí, para el que lo quiera leer, una relación problemática con su madre y cierto estilo huidizo cuando la angustia hace presa en ella. La desolación, consulten el diccionario, no se corresponde con encontrarse angustiado, sino que es un término que se utiliza para un episodio de extrema angustia y que invita a pensar en su sinónimo, asolar, que apunta directamente a la destrucción. 

Ahora sí, afirmemos sin reparos que el vasto y desierto paisaje es un paisaje subjetivo, es un paisaje del sujeto, por eso el relato dice que ese paisaje no está fuera, está dentro de él, incluso el genio de Askildsen nos dibuja, para el hombre accidentado, la puerta de entrada a este paisaje, también está en el texto y también repetido varias veces: se trata del silencio. Ya ven qué elemento elige como umbral de paso a la desolación, el silencio; la genialidad reside en el hecho de que este elemento, el silencio, incómodo incluso cuando compartimos un ascensor, es un elemento perfectamente situable en el paisaje natural, en ese vasto desierto en el que imaginamos ningún sonido. 

Haciendo pues este pequeño recorrido por el título podemos dar contestación al tema que el relato plantea: la angustia, la desolación, la soledad que acompañan al sujeto, pero siempre y cuando aceptemos que se trata de un tema de fondo, así lo considero, y cuando digo de fondo me refiero a que pertenece al pensamiento del autor, a su manera de entender el ser humano y por consiguiente, hablamos de un tema que perfectamente pudiera aparecer en muchos de sus relatos. Por eso les propongo una segunda medida para delimitar el tema que inspira esta narración; vaya por delante, como dije antes, que me resulta particularmente complicado decantarlo, y no solo con éste, en general casi constantemente en los cuentos de Askildsen. También les confieso que es parte del atractivo que para mí estos relatos encierran. 

Bien, esta segunda medida no es tan obvia como dirigirnos al título, conlleva haber leído algunos otros relatos del noruego, en mi caso no fue ningún trabajo, bueno, en concreto dos relatos más. Lo que pretendo es agrupar Un vasto y desierto paisaje dentro de una trilogía, la que compondría con El rostro de mi hermana y en tercer lugar Los Invisibles. 

En el caso de estos dos relatos que hoy no nos ocupan hay un curioso juego que el autor lleva a cabo: el nombre que recibe su hermana en el relato Los Invisibles es el mismo nombre que utiliza para una amante ocasional y especialmente lasciva en El rostro de mi hermana, y en ambos relatos la pareja masculina de la hermana recibe el mismo nombre. Entre estos dos relatos parece que hubiera similitudes más que sospechosas, como si el autor hubiese jugado a hacer variaciones sobre la misma estructura ficcional. 

¿Porqué relacionar estos dos relatos con el que nos ocupa hoy? A estas alturas ya se habrán dado cuenta que en los tres cuentos hay una obsesión que muchos juzgarían insana con el personaje de la hermana del protagonista, y con buscar en estos tres relatos situaciones comprometedoras en mayor o menor grado entre ambos protagonistas, situaciones nada extraordinarias sino derivadas de la convivencia. ¿Y por qué digo comprometedoras? Porque cierto fondo incestuoso está constantemente presente, de ahí lo insano que algunos bien advertían. En este sentido recomiendo a aquellos que crean que la mirada indiscreta de nuestro hombre accidentado del relato de hoy es prueba suficientemente incestuosa, se aventuren en las pocas páginas de El rostro de mi hermana para que experimenten lo que es la tensión incestuosa en estado puro y en un grado mucho más alto en una simple conversación entre hermanos. Por su parte, en el que cité como tercer relato de la trilogía, Los Invisibles, comprobamos que el protagonista invade la intimidad de la habitación de la hermana y revuelve en sus pertenencias. Los tres relatos parecen, desde este argumento de lo incestuoso, transitar por una peligrosa frontera no muy bien delimitada. 

Entonces todo parece estar claro ya, todo apunta al incesto, el incesto como gran tema del relato, el tabú entre tabúes, la prohibición por excelencia que enmarca toda dinámica edípica y que organiza y regula los intercambios posibles entre los miembros de una familia, un clan, una tribu… ¿Y cuál es el elemento sobre el que recae la responsabilidad de llevar a cabo la función de la prohibición? Clásicamente, ¿a quién se atribuye la labor de interdicción? 

Al padre, él es el agente de la prohibición, sobre el padre recae tradicionalmente el peso de esta función de interdicción. Y entonces les planteo lo siguiente: ¿qué pasa con el padre en los relatos de Askildsen? 

Una primera respuesta rápida: que no está. En el cuento que tratamos hoy está ausente, se fue con otra mujer, abandonó a su esposa para entregarse en brazos de otra. Pero es que en Los Invisibles resulta que está muerto, y En el rostro de mi hermana ni siquiera se lo menciona. 

Creo que Askildsen dibuja un padre que no está a la altura de su función, un padre ausente o un padre caído, podríamos decir que anticipándose a lo que muestra hoy nuestra sociedad del bienestar, en la que la figura del padre ya no es lo que era, estamos ante un padre devaluado. Huelga decir que Askildsen probablemente tenga cierta fe en la función del padre a la luz de lo que sus relatos plantean, dado el desorden que en sus personajes produce el maltrecho establecimiento de esta función, dando a ver cierta orfandad que comparten todos ellos, todos huérfanos, víctimas de una ausencia. 

Opino que los relatos de Askildsen tienen una característica que los hace grandes, y bajo este prisma me parecen gran literatura, porque provocan que el lector adquiera y desarrolle la capacidad de deducir lo importante entre lo que no se dice, entre lo que se omite. 

No quiero alargarme más y ello conlleva dejarme algunas cuestiones fuera, en concreto un aspecto especialmente importante en las historias que narra Kjell Askildsen, que es el tratamiento que recibe el amor en sus cuentos; es un ejercicio interesante preguntarse por su presencia, pero casi prefiero guardarlo en el tintero y reservamos esta baza para el debate. 

Muchas gracias 

Alberto Estévez

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