miércoles, 27 de noviembre de 2013

Huida hacia la soledad. Comentario de Santiago Gerchunoff sobre el relato Un vasto y desierto paisaje, de Kell Askildsen

Muchas gracias a los responsables de Liter-a-tulia por invitarme a abrir esta tertulia. Alberto Estévez me presentó como librero, y es que me pagan por vender libros. Estudié filosofía, pero no me sirvió de mucho, diría Askildsen. No sé si leyeron el texto que envié al Blog Liter-a-tulia. Era un texto elaborado hace ya algunos años. Pero ahora, desde que soy fan de Askildsen, puedo ponerlo como paradigma del tipo de literatura que prefiero. En ese artículo situaba al autor como uno de los escritores antipáticos, y a sus libros también con el mismo calificativo. Trataba de mostrar, también, una problemática del librero, que más allá de lo que le guste y de cuál sea su paradigma literario, normalmente se dedica a recomendar libros. Y recomendar a un autor como Askildsen es problemático. Si ustedes acuden a la solapa de los libros, encontrarán en ellas un festín delicioso, pues hay que buscar palabras para vender. Pero la cosa se complica cuando se trata de escribir sobre cosas horribles, sobre relaciones sociales fraudulentas en las que no hay más que una red de pequeñas cárceles que se concatenan, y que todo lo demás es mentira. Esas son cosas difíciles de vender. Y ocurre que, además, la mayor parte de la gente que entra en una librería y pide una recomendación, busca exactamente lo contrario. Pues bien, en el comienzo de esa reseña que envié a Liter-a-tulia, situaba una cita de Rafael Chirbes –al que también incluiría, sin duda, en esta lista de escritores antipáticos— en la que dice:

De la blandura literaria emanaba, como no podía ser menos, cierto consuelo existencial

Me gusta esta cita. Está incluida en una nota de un libro de Chirbes que se llama La buena letra.  Aclara en ella que en esta edición del libro elimina un capítulo que se encontraba en otras ediciones. Era un capítulo que cerraba el libro con una circularidad mentirosa, decía él. Después de hacer pasar al lector por situaciones horribles –como siempre ocurre en Chirbes— devolvía al lector a un presente consolador. Y decía que eso, justamente, es lo que arruina la literatura. A él le interesa la literatura que huye, precisamente, del consuelo existencial.

Cuando escribí el libro me pareció que, por respecto al lector, al final de la novela debía devolverlo al presente narrativo del que lo había hechor partir. Por ello, puse ese capítulo que aparecía en anteriores ediciones… Había algo de voluntarismo literario en tal propósito, cierto criterio de circularidad… Pasado el tiempo, me pareció que el libro no necesitaba de ninguna circularidad consoladora, que al haber añadido ese final había cometido un error de sintaxis narrativa, más grave aún por la filosofía que venía a expresar… que el tiempo acaba ejerciendo cierta forma de justicia… poniendo las cosas en su sitio. De la blandura literaria emanaba, como no podía ser menos, cierto consuelo existencial

Eso se podría aplicar perfectamente a Askildsen. Es un autor que, continuamente, huye de darle al lector la posibilidad de consolarse. No hay ningún momento de consuelo respecto de las críticas que hace. Críticas que deja como cuchilladas sin restitución, sin algo que se vuelva un orden.  

Ese es el tema de los libros antipáticos. Uno quiere recomendarlos porque le gustan, pero es difícil de hacer. Hay otros libros buenos que también quiero recomendar, pero los del estilo de Askildsen te imponen un impulso especial. Al respecto, encontré una cita de Sánchez Ferlosio. En ella trata de entender por qué uno tiene un respecto especial por estos escritores antipáticos, más que por los simpáticos. Su tesis es que detrás de esa antipatía hay dignidad moral. La simpatía sería una construcción falsa que, en realidad, sería desenmascarada en cualquier situación trágica donde el personaje tuviera que implicarse realmente. Pone el ejemplo de un viajero de tren que entra en el vagón y se sienta a tu lado. No dice nada y apenas saluda. Considera Ferlosio que ese personaje, generalmente, es mucho más digno que el que entra y se pone hablar de forma dicharachera. Se imagina entonces que el tren descarrila. Ahí se vería que el antipático, sin duda, se arrojaría a salvarlo a uno, mientras que no espera nada del simpático, más que salga corriendo el primero.  

Esto remite, tanto en Ferlosio como en Askildsen –aunque no hablan de ello— a un fundamento filosófico de sus textos, concretamente, a la filosofía práctica de Kant. Se trata de la figura que encarna la única posibilidad de acción con un valor moral. Es el personaje que actúa, no sólo conforme al deber, sino por deber. Es decir, no lo hace por gusto, porque es antipático, pero en Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Kant se pone muy divertido y empieza a dar ejemplos de personajes sobre los que realiza caracterizaciones psicológicas. Ahí se ve muy bien que para Kant, el único ideal moral existente en la tierra es ese tipo justo, ese señor cascarrabias que no tiene ningún cariño, ningún amor por la persona a la que se ve obligado a ayudar. Podemos derivar de ahí esta cuestión de los libros antipáticos que transmiten la sensación de que, en realidad, son los únicos que tienen dignidad.

Y Askildsen es un escritor del desconsuelo, alguien que huye de darle consuelo al lector. Es lo que planteaba en el comienzo de mi intervención. Creo que en los libros de Askildsen se trata de mostrar que todas las relaciones sociales, todas, son fraudulentas, y todos los personajes están en una continua huida hacia la soledad. De tal manera, la soledad aparece como única esperanza de algo parecido a la libertad. El fundamento de la escritura de Askildsen sería el ideal de libertad. Lo que pasa es que la sociedad real, nuestra sociedad, aparece retratada como un conjunto de cárceles. De ellas, el individuo intenta huir hacia la soledad. Pero es un intento de huida muy poco épico. No se trata de grandes gestas. Esa huida hacia la soledad consiste en salirse afuera y fumar un cigarrillo; mentir diciendo que a uno le duele la cabeza e irse a dormir un rato para no hablar con su mujer.

Quiero decir que la literatura de Askildsen está plagada de estos momentos, no de grandes momentos épicos, ni de grandes gestas. Narrativamente se dice que es minimalista. Es verdad que tiene eso que los americanos llaman el Show Don´t Tell, el intento de apostar por mostrar pero no contar. O lo que es lo mismo, uno ha de entender lo que ocurre en las escenas, lo que hay detrás de ellas, por cosas que imagina, no por lo que ve. Pero en Askildsen encontramos una descripción psicológica que, justamente, lo que evita es lo minimalista.

Es decir, Askildsen habla todo el rato de lo que sienten los personajes, pero sin explicarnos de dónde vienen. No hay historia, sino mucha desnarrativización. Entiendo que las situaciones no vienen explicadas con una historia, las sensaciones de los personajes son un puro presente, una cuchillada sin que intervenga mucho el sentido.

Por ejemplo, una de las estructuras sociales sobre las que más incide es el matrimonio. Uno de sus objetivos es esa vida matrimonial de la que habla continuamente. Y el matrimonio aparece como una cárcel. Pero en ningún momento explica que un personaje haga algún razonamiento del tipo “¡Cómo me equivoqué! En realidad lo que yo debería haber hecho es estar solo, mi matrimonio es un camino errado”. Sus personajes parece que están condenados, o por lo menos, no disponen de ninguna vía emancipatoria, ni de ningún pasado previo en el que hayan tomado esa decisión. No hay una historia que explique lo que está sucediendo. Están ahí, casados, viviendo en esa amargura y en ese intento continuo de escapar de la estructura que han aceptado y en la que están metidos, siempre intentando huir hacia la soledad.

Pero a su vez –y por eso no es un escritor del consuelo— no aconseja no casarse. No es que critique el matrimonio, que éste sea una estupidez y por lo tanto aconseje no casarse. Sólo plantea que de hecho, en cada situación, los personajes van a estar, continuamente, huyendo hacia una soledad que, por otra parte, no va a ser ningún consuelo.

Respecto del matrimonio, detecté tres o cuatro textos cortos, distintos cuentos muy parecidos y que tratan lo que estoy diciendo. En ellos, el matrimonio es la cárcel de la que se intenta huir hacia una soledad que no salva. Al respecto, les recomiendo un relato que a mí me gustó mucho, se llama Últimas notas de Thomas F. para la humanidad. Son las notas de un escritor jubilado que, justamente, es el tipo de las descripciones de Kant, con valor moral pero antipático, que no quiere a nadie, ni a sus hijos, ni a su mujer, pero tiene una actitud recta en su forma de analizar y razonar. Es algo repugnante pero, al mismo tiempo, muy digno. Uno de los capítulos empieza así:

Cuando mi mujer todavía vivía, creía que cuando ella muriera yo tendría más espacio para mí. Sólo su ropa interior ocupa tres cajones de la cómoda, pensaba. Cuando muriera, podría ocuparlos yo, uno con mis monedas de cobre, otro con las cajas de cerillas, y el tercero con los corchos. Tal como está ahora, pensaba, es un caos total. Mi mujer murió hace ya mucho, era una mujer exigente, que descanse en paz. Por fin me la concedió a mí. Vacié los cajones, las estanterías y los armarios, retiré todo lo que había sido suyo y gané mucho espacio libre, más de lo que necesitaba. Pero lo vacío, vacío está. Me deshice de un par de armarios, pero sólo conseguí una habitación más vacía en lugar de dos armarios vacíos. Fue una imprudencia por mi parte, pero ocurrió, como ya he dicho, hace mucho tiempo, y yo era mucho más joven entonces

Parece que ahí cuenta perfectamente lo que trataba de plantear. Askildsen no explica, pero da como obvio que el que lee está entendiendo. Lo terrible es que todo el tiempo está esperando quedarse solo. Lo que ocurre es que, cuando se queda solo, ve que eso tampoco soluciona nada. Diciéndolo un poco poéticamente, lo que se encuentra en la soledad, al fin y al cabo, no es más que un vasto y desierto paisaje.

Santiago Gerchunoff

Intervención de Santiago Gerchunoff posterior a las intervenciones de Silvia Lagouarde y Miriam Chorne, incluidas más abajo en la serie de intervenciones.

El minimalismo está operando continuamente a lo largo del relato. Lo que pasa es que la sugerencia, cuando está bien hecha, opera en mil direcciones, no opera en una idea escrita, sino en una idea que está ausente todo el tiempo.

Quería comentar las intervenciones posteriores a la mía, que a mí me generaron inquietud. Entiendo bien la articulación entre literatura y psicoanálisis, es muy interesante ver cómo se aplica una teoría para analizar un texto. Pero para mí es fundamental, en la manera que tengo de entender la literatura y lo que hace Askildsen en este caso, que si uno analiza estos casos particulares, una madre estragante por ejemplo, unos deseos incestuosos, etc., para el lector ahí sí habría consuelo.

Hace unos días estuvo Rafael Chirbes en la librería Muga. Explicó muy bien que si uno puede aplicar una teoría y entender por qué los personajes que están circulando son un poco enfermos, el lector se queda tranquilo. Para mí la cuestión que cuando el protagonista, al que se le acaba de morir la mujer y no puedo evitar mirarle los pechos a su hermana, el lector pueda entender que estas cosas pasan, pero no porque sea patológico –que eso lo podemos analizar— sino porque la vida es muy rara.

Esas escenas que ocurren en el relato son escenas reales. Incluso no diría que el protagonista no ame a su mujer. Y también es evidente que hay una historia con la hermana, y que hay un juego con el incesto, pero para mí lo importante es el efecto literario que Askildsen quiere provocar, efecto que no se puede localizar como ajeno a uno mismo. Me parece que Askildsen está hablando de las relaciones sociales, no de las relaciones patológicas. Habla de cómo es la vida social, en qué consiste.

En ese sentido, encontramos la cuestión de la libertad. Él también tiene ese ideal, y los personajes también lo tienen, pero está hablando de cómo son las cosas, no de los ideales. Entonces, la libertad que conquista es muy pequeña, eso sí que es minimalista. Por ejemplo, en el comienzo del cuento, en el primer párrafo, hay un destello de libertad. El protagonista estaba tumbado pero le molestaba la luz. Tenía lágrimas en los ojos. Momento en que se acerca su hermana, a la que le pide unas gafas, pues no quería que lo malentendieran. Esa es la libertad para Askildsen. El personaje, aún metido en la farsa social en la que vivimos todos, no quiere que piense que está llorando porque se ha muerto la mujer. Para mí es muy terrible que sea así, pero esa es la libertad que este escritor deja para las criaturas. Es lo que deja como real y realizable.


Santiago Gerchunoff

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