lunes, 3 de marzo de 2014

Seda, de Alessandro Baricco. Comentario de Graciela Amorín

Seda me parece una novela en la que todo posee algún sentido, en la que todo está muy pensado, y en la que hay una gran carga simbólica. En este sentido, me parece que todo tiene que ver con todo. Sería la unidad de una obra lograda en la que no quedan cabos sueltos. Hay dos cuestiones que nadie mencionó y tienen que ver con el personaje de Baldabiou. No acabo de aclarar del todo este personaje. Parece encontrarse en un lugar que se llama Verdún, y tener una guerra particular, Verdún fue una guerra muy cruenta, doscientas cincuenta mil víctimas de lado francés. Y Baldabiou tenía su guerra particular, el brazo derecho contra el izquierdo. El izquierdo era el manco, y al final gana el manco. Esa sería su guerra simbólica. Pero además dice al principio que a Santa Inés no le gustan los militares, para luego construir el templo a Santa Inés. Y cuando se retira, comenta algo sobre Inés, algo que queda en el aire.

Indagué sobre Santa Inés, y vi que había dos santas, una antes de Cristo, y otra de 1600. Y lo que tenían en común las dos es que una fue una mártir a los 13 años y quedó como símbolo de la pureza. La otra era hermana de Santa Clara, se fueron las dos a un convento, y el padre las mandó a buscar porque había perdido a sus hijas a las que quería casar bien. Las dos ganaron, se quedaron en el convento. A mí me dio la impresión de que ese personaje de Santa Inés simboliza que no hay relación sexual. Que todo es un ir y venir que queda en nada. Y en esta guerra gana el manco, como ganaron los franceses que eran los que parecían más débiles. Y se llegó a una paz.

Da la sensación de que tanto ir y venir, a una mujer, a otra, de una guerra a otra guerra, al final Santa Inés, o sea, no hay nada, porque ninguna de las dos quiso tener que ver con hombres. A Santa Inés la quisieron transformar en prostituta y no quiso, no se acercaban a ella siquiera. La otra Santa no fue mártir, simplemente junto con su hermana se quedaron en el convento, y los que iban a atacar as con espadas quedaban fulminados, no las podían sacar del convento. O sea, no había relación sexual.

No me imagino que Baricco supiera de Lacan esta cuestión, pero es como si fuese un punto de realidad.


Graciela Amorín

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