viernes, 1 de agosto de 2014

James Joyce. 11-Julio-2014. Nora Barnacle. Ponencia de Concha Miguélez en el Ciclo de Enseñanzas Lengüajes III* celebrado en la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de Madrid

El trabajo que voy a presentar sobre Nora Barnacle tiene su origen en otro estudio que hicimos Carmen Bermúdez y yo, que versaba sobre la pregunta que se hace Lacan en el Seminario 23: “¿Qué es Nora para Joyce?”

Tomaré la biografía de Nora y veremos que, desde el punto de vista literario, ella fue motivo de inspiración  a lo largo de toda la obra de Joyce. Mujer divertida, valiente  y espontánea, a la que Joyce no se cansó de escuchar ni de prestar su voz en sus personajes femeninos más importantes. Los tributos a Nora aparecen en toda su obra: Un fulgurante hilo conductor que va desde Lily, la criada, hasta Greta, Berta, Molly y Anna Livia. Podrían saberse más cosas de Nora a través de la obra de Joyce, pero sería entrar en el terreno de la  especulación.


Nora nació en 1884 al oeste de Irlanda, en Galway, en una sencilla familia católica. La autora de la biografía que he tomado para este trabajo, Brenda Maddox, ve a Nora como una chica alegre y desprejuiciada que escapa de sus circunstancias gracias a su fuerza de carácter. Nora se vio sacudida por las principales fuerzas políticas y sociales de la primera mitad del siglo XX, dos guerras mundiales, la lucha nacionalista, la emancipación femenina y, gracias a su talento y fortaleza, sobrevivió a todos estos  acontecimientos, lo mismo que sobrevivió a treinta y siete años de convivencia con Joyce.

Con ocasión de un nacimiento familiar, a  Nora la trasladaron a vivir con la abuela. Fue el primer exilio de Nora, el que marcó más su personalidad. Se dice  que era analfabeta, pero estudió hasta los doce años. Tuvo muchos admiradores, le gustaban los hombres inteligentes, se enamoró a los doce años de un muchacho que falleció al poco tiempo de salir con ella. Joyce hace referencia a este suceso en Los muertos. Se escapó de casa porque estaba enamorada de un  protestante, lo cual era motivo de recriminación por parte de la familia. Era simple y orgullosa, una chica independiente que gustaba disfrazarse de hombre y recorrer las calles de la ciudad. Era una desprejuiciada campesina cuando llega a Dublín, donde había encontrado trabajo de camarera en Finn´s Hotel. Un huésped puso sus ojos en ella, pero Nora decía que los hombres de entonces eran sólo palabrería para sacar algo.

El 10 de junio de 1904,  caminando por Nassau Street,  Joyce encontró a Nora y se enamoró de ella. Quedaron para otro día, pero no se encontraron. La eligió, entre otras cosas, por su gracia al moverse. La elección podemos verla como un rasgo del genio de Joyce, pues eligió a la mujer que iba a ser esencial para su arte. En la tarde del 16-Junio-1904 tuvieron otro encuentro en Ringsend, citado en Ulysses y en Finnegans Wake y en la carta del 3 de diciembre. En este encuentro conocen el goce sexual. “Es el día que tú me has hecho un hombre”, le dirá más tarde a Nora, y será ese día, quince años más tarde, el Bloomsday, día en el cual transcurre el Ulysses, como tributo a Nora. Siguieron viéndose a lo largo de ese verano. Se dice que Nora rescató a Joyce y éste eligió a Nora para salvarlo. Dice en el Retrato, su novela autobiográfica: “Fuiste para mi juventud como la Virgen María”.

A partir de su encuentro comenzaron una relación epistolar. Joyce cortejaba a Nora con las palabras y exigía otro tanto de ella. La satisfacción sexual era un objetivo importante que se inspiraba en Nora. Este amor fue sostenido sobre fantasías de todo tipo, sobre todo las referidas a la infidelidad. Su escritura, como enigma, se alimentó del enigma de Nora. Es decir, a Joyce le atrajo su simplicidad, estaba tan enamorado de sus palabras como de su cuerpo. Escribe a Nora, le rogaba. Joyce no le explicaba el sentido de sus escritos, pero se ocupaba  de que supiera que estaba siendo reconocido como escritor. El 13-Agoso-1904, aniversario de la muerte de su madre, le envió el primer cuento, Las hermanas, y Nora le respondió con una carta que parece que fue copiada de algún manual. Pero la correspondencia epistolar no se quedó ahí, por el contrario, Joyce  recibió otras muchas cartas.

Joyce era consciente del declive de la familia y de las decisiones que tomaba con Nora. Había sido educado en dos escuelas regentadas por jesuitas y en este ambiente conoció a dublinesas bien educadas, pero él escogió como compañera a una mujer provinciana, tosca, mal educada,   carente de raíces y de cargas familiares, una muchacha católica pero sin conciencia católica.
En este tiempo, Joyce tenía amigos que pertenecían al renacimiento literario irlandés y retozaban en el crepúsculo celta. Pero para él, Irlanda era una realidad demasiado vigorosa como para considerarla a través de las nieblas del crepúsculo céltico. Él  estaba en contra del nacionalismo irlandés, al que consideraba  anticuado  porque  soñaba con  la Iglesia católica, pretendía recuperar el gaélico y mantenía una  posición de esclavitud respecto al Imperio británico. Joyce rompe con ambos Imperios. No responde ni al Imperio británico que es el padre de Irlanda, ni a la Iglesia Católica que es la madre. La manera que tiene Joyce de ir  contra el Imperio británico no es por la vía de volver al gaélico que querían los nacionalistas,  sino que toma la vía de destruir la lengua inglesa. Joyce rompió con los nacionalistas y escribió sobre la ardua realidad irlandesa

Tras esta ruptura le preguntó a Nora si habría alguien que le entendiera. Joyce le pedía que huyera con él. La idea de marcharse de Irlanda apareció entre ambos. Nora insistió en que le acompañaba, pero él le dijo que no podía proporcionarle nada, que no quería seguir manteniendo los convencionalismos y que no quería casarse ni formar un hogar. Joyce abominaba del sistema que, según él, había acabado con su madre, porque consideraba que hizo de ella una víctima y que la mataron los maltratos de su padre. Con esta actitud no solo estaba respondiendo a la Iglesia católica, sino también a las malas relaciones entre los sexos que había en Irlanda a consecuencia del sistema.

Se fueron a Zúrich en octubre de 1904. Nada más llegar, Joyce fue a contactar con  las personas que le proporcionaban empleo, y dejó a Nora, sin saber el idioma, en una plaza con las maletas. Él apareció a última hora. ¿Cómo afrontó el traslado desde Dublín a Trieste, Zúrich y Paris, una mujer educada en un convento y con un hombre que no quería casarse?

Nora estaba cada vez más aislada, no era una compañera intelectual, pero tenía una lengua muy aguda, cantaba canciones irlandesas y contaba a Joyce historias de las monjas, de sus hermanas, de sus amores. Esto abrió a Joyce el camino a los cuentos, pues estas historias formaron parte de la colección de cuentos Dublineses.

Joyce estaba decidido a ser un escritor europeo. Su ingreso en el continente fue bridado por dos mujeres, Sylvia Beach y Adriene Monier, de la editorial  Shakespeare & Company, donde se editó el Ulysses por primera vez en Paris. La edición de Londres corrió a cargo de otras dos mujeres. Fue Miss Weaber quien se lo  publicó . También la publicación en New York estuvo a cargo de mujeres.

Para A. Meyer, en su artículo Una voz que hizo acto de escritura, el destino de Joyce está sujeto a la generosidad de estas mujeres. Y se pregunta: ¿Qué es la mujer para Joyce?”.  La escritura de Joyce es posible por la influencia de su mujer. Nora Barnacle significó el sustento de Joyce toda su vida. Una figura importantísima ubicada entre el menosprecio y el amor. Al igual que ocurría con sus personajes y con su relación con la patria y la religión. Era la voz y la canción. La voz pilar de la escritura joyceana. ¿Podemos pensar a la mujer de Joyce como objeto causa de su escritura en relación a la voz? Parece que cuando Joyce muere, ella ya no necesita cubrir la falta en la estructura fantasmática de aquél, lo que le permite adquirir una palabra propia. Nora recupera la palabra cuando ya no necesita alimentar la escritura de Joyce.

A finales de octubre, Nora se quedó embarazada, y fue cuando se dio cuenta de que había unido su destino a un hombre con las mismas debilidades que su padre, y que la dejaba en soledad. Nora tuvo ataques de melancolía y llanto. A los tres meses de nacer, Giorgio se puso a trabajar en una lavandería

Joyce convenció a su hermano Stanislaus que se fuera de Irlanda y viniera a vivir con ellos a Trieste. Su llegada les quitó intimidad, porque se dedicaba, entre otras cosas, a contar las borracheras y el despilfarro económico de los  Joyce. Pero también  contribuyó a mantener  la economía familiar. Solo siete meses después de que llegara su hermano, se trasladaron a Roma. Joyce trabajó en un banco y continuó escribiendo Exiliados y Dublineses. Se trasladaron de nuevo a Trieste y a los dos años nació Lucía en un departamento de la beneficencia. Joyce daba conferencias sobre  Irlanda y expresaba  su deseo de que se separara de Inglaterra.

Los problemas de Joyce aumentaban porque no se publicaba Dublineses. En 1908 fue con Giorgio a Irlanda a gestionar esta publicación y, de paso, a visitar a la familia, pero no podía estar solo. Viajó dos veces seguidas a Irlanda, pero tuvo una exacerbación de sus problemas en el sentido de que empezó a dudar de la paternidad de Giorgio y acusar a Nora de las relaciones con sus amigos. La separación le privó de su relación con la realidad. Joyce nunca se liberó de los celos que le provocaban los primeros amores de Nora, y como veía que esto le hacía sufrir, Nora le escribía casi a diario cartas que eran coadyuvantes de la masturbación.

Una de las cartas de las que Joyce se avergonzaba era la que mostraba los celos que tenía de sus hijos, le decía que la necesitaba toda para él. A los cinco meses tuvo que regresar a Dublín desde donde escribió a Nora cartas escatológicas donde manifestaba un gran placer en todo lo relacionado con los excrementos. Otra vez volvieron los celos. Estos episodios se reflejan en Ulysses, donde Molly Bloom pide salir de esa peste. Estas cartas son importantes no solo para entender a Joyce, sino también a Nora, y también para ver su contribución al Ulysses. También eran para Nora un ejercicio y control personal, con ellas le  demostró que podía igualarse a él, y que sabía cómo tenerle sujeto. Joyce le escribió el 13 de diciembre que nunca volvería a dejarla, y ya no se separaron hasta su muerte en 1941.

Nora  compartió con Joyce  el amor a la música, y  con la madurez se volvió más elegante A Joyce le gustaba ver como los hombres la admiraban, no ignoraba esa originalidad psíquica que consiste en expresar ese deseo homosexual por una persona, compartiendo o soñando compartir su pareja. En Ulysses aparecen atisbos de esta actitud, pero más aún en Exiliados.
Nora exaspera a Joyce por su pasividad, y comenta que no puede cambiarla, sigue siendo la misma. “La personalidad de mi mujer está totalmente a prueba de cualquier influencia por mi parte”. Se decía que era inculta porque no apreciaba la obra de Joyce y no había leído Ulysses, pero esto podía ser porque quería apartarse de la protagonista al verse totalmente  reflejada. También podía ser que no le compensara todo el trabajo de Joyce para vivir en ese estado de penuria económica. Que no se sentía indiferente a la obra de Joyce lo demuestra su costumbre de recitar fragmentos de sus poemas, y por el entusiasmo que despertaba en ella   Finnegans  Wake

Nora era más que la Irlanda portátil, era la mujer irlandesa tal como la concebía Joyce. Representaba  la mujer céltica porfiada, que confía en su propia intuición y en sus pasiones y se siente orgullosa. Joyce relacionó en Finnegans Wake la represión de las mujeres con la brutalidad del macho. Al mismo tiempo crea en  las páginas de éste libro una nación irlandesa que la historia nunca ha dejado que existiera. Nora, para Joyce, combinaba en sí misma la condición de irlandesa con la libido femenina, dos atributos que la sociedad irlandesa pretende mantener separados. El  resultado es que la mujer en Joyce siempre parece representar tanto a Irlanda como a su propia mujer. Era, al mismo tiempo, la patria o la imagen de la feminidad de su país.

Por último  voy a tomar  la pregunta que se hace Lacan en el Seminario 23  pág. 81:

“¿Qué es pues esta relación de Joyce y Nora? Cosa curiosa, diré que es una relación sexual, aunque sostenga que no la hay. Pero es una extraña relación sexual”. “Le va   como un guante”. “Es notable que sólo con la mayor de las depreciaciones hace de Nora una mujer elegida”  

Para Lacan, Joyce estabilizó su estructura a través de la escritura, y Nora contribuyó  a esta  estabilidad, siempre a su lado, le cantaba, era el material para su escritura. Él siempre protegido por mujeres. Nora, su madre, la madre patria, las editoras,...

Dejo en el aire la pregunta respecto a si en Nora había lugar para los hijos. A Giorgio lo inscribieron muy tarde y estaba celosa de Lucía por la atención que le prestaba Joyce. ¿Era más mujer que madre? También queda en el aire otra pregunta que sugirió Olga Montón: ¿Qué era Joyce para Nora? ¿Había la misma certeza de este lado?


Concha Miguélez

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