jueves, 12 de enero de 2017

Tertulia 75. Ante la ley, de Kafka. Comentario de María José Martínez

      Queridos amigos: He leído este texto de Kafka y articulado a su alrededor lo que sus líneas me han sugerido. Voy a seguir el texto a rajatabla añadiendo en cursiva mis reflexiones. 

Ante la ley hay un guardián. No sabemos si es una ley buena o mala, pero parece tener “derecho de admisión” o que necesita protegerse de alguien pues tiene un guardián que vigila la entrada.

Un campesino se presenta y solicita a ese hombre que le deje entrar en la ley. Parece ser que el campesino viene de un espacio diferente, diríamos que es un espacio fuera de la ley y que, tal vez, alguien le dijo que era bueno entrar en ella. Observemos que el hombre puede conocer a los que están en su espacio, pero que no sabe quiénes son los que están dentro. Tal vez los de dentro sean tan altos y tan poderosos como su representante, o sea, como el centinela, y de hecho esto es lo que le dicen. En todo caso, la suma de  ambos espacios se supone que forma el todo de una sociedad.  

El centinela le dice que por ahora no. Esto es como si aún no cumpliera ciertos requisitos para entrar.     

La puerta de la ley está abierta. Da la impresión de que si no fuera por el poderoso centinela, la entrada sería fácil.

El centinela le recuerda que él es poderoso y los que están dentro de la ley los son todavía más. Es curioso que el guardián no le dice que los de dentro son buenos, sino que son poderosos. Da la impresión de que los poderosos manipulasen o controlasen la ley, o que hasta que puedan estar por encima de ella, sobre todo el último al que ni el centinela se atreve a mirar de frente. Ése tiene que ser terrorífico.
Yo creo firmemente que hasta aquí el centinela le está diciendo la verdad.

El hombre suplica. El hombre no ceja en su deseo y tal vez lo que pide es que lo dejen entrar tal como es, porque dada su condición de excluido no puede hacer otra cosa. Pero ¿a qué va a esperar? ¿A que cambien los poderosos guardianes de la ley? Este hombre es un ingenuo, pero como desde su vida anterior o su espacio anterior  debió de oír algo sobre cómo van ciertas cosas, decide sobornar al guardián con alguna de los enseres  que él tenía, aunque parece que eso no es suficiente.

El guardián tiene la caradura de decirle: Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo. O sea que el soborno era algo usual o al menos no rechazado.

El hombre envejece y sigue fuera. Va a morir y maldice su mala suerte sin poder hacer nada. Vuelve a su infancia o sea, repasa toda su vida desde que era pequeño. Y sigue sin entender cómo, si su deseo era noble, no puede conseguirlo. La ley como tal, brilla ante sus ojos. Y pregunta:

¿Cómo es posible que durante tantos años nadie pretendiera entrar más que yo? Y si antes el centinela le había dicho la verdad sobre la ley y  los poderosos, ahora es cuando el poderoso guardián lo engaña diciéndole:

Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti.
O sea, que podía haber entrado si hubiera querido.
No hay nada más falso.
Yo pienso que la ley no está hecha a la medida del ciudadano más marginal ni contempla su circunstancia, ni está hecha a la medida de cada hombre, aunque los buenos jueces lo intenten tal como dijo ayer Jesús Manuel, nuestro querido juez, pero esa frase sirve de irónico reproche a los poderosos para justificar la exclusión o el castigo. La ley sirve para separar de la sociedad a los que molestan, pero no se dedica a adecuarla. Y en este caso que cuenta Kafka, los poderosos la controlan y tal vez la manejen para su beneficio. Pero ellos sí que ya estaban dentro y eran muy fuertes. El poderoso sistema de vigilancia interna de aquel espacio desconocido, no estaba hecho para el pobre hombre del cuento que deseaba  entrar.
Creo que la narración “kafkiana” es bastante elocuente.

No quiero extenderme más sobre el cuento estrictamente, sólo añadir, que yo, habida cuenta de mi nacimiento dentro de la ley, hubiera franqueado la puerta. De hecho estoy dentro, y desde mi escasa situación repudio a los poderosos que la controlan y constantemente reclamo una ”buena ley“ útil para todos. Pero si hubiera nacido en una familia fuera de la ley, lo más probable es que no hubiera podido entrar, sin dar, tal vez, con mis huesos en la cárcel. 

Muchas gracias.                                        Mª José Martínez. 

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