domingo, 5 de febrero de 2017

Tertulia 76. Putas asesinas, de Roberto Bolaño. Comentario de María José Martínez

          La persona que cuenta esta historia parece que la viviera. En ella se habla de una mujer  que escoge a un hombre, juega con él en el peor sentido de la palabra, lo maltrata y finalmente lo asesina. El esquema es sencillo, estamos hablando de la maldad femenina, y el asunto parece bastante siniestro.
           En el cuento hay una especie de realismo temporal que parece ser una realidad fantasmagórica. Bolaño la plasma perfectamente a través de lo desconcertante de la situación donde todo se nos da hecho. A este cuento Bolaño lo titula Putas Asesinas.
          En él hay muchas voces narrativas, imaginaciones, ideas, tesis, etc., pero todo sale de ella, porque en el cuento el que falta es él. Él es el estereotipo del “hombre – macho” que ella escoge arbitrariamente. Lo vio en un partido de futbol de la Tele, lo seduce y luego lo folla.
            La pregunta que tal vez Bolaño deja en el aire es: ¿las mujeres son putas? Y ya generalizando, el protagonista del cuento se podría preguntar: ¿Qué guardan en su interior las mujeres para que se comporten así? 
           En la narración hay un cuento dentro del cuento. El tiempo físico de la acción y los tiempos verbales que ella construye poniéndose en su lugar, se mezclan en un túnel interminable donde a veces él la ve con una navaja.
           Bolaño, o es un artista, o está tan loco como aquella mujer. Por eso se borran constantemente los límites de las cosas. Ella parece una psicópata que actúa desde el rencor de algo que le ocurrió en el pasado y que está tan vivo y presente como la muerte que se avecina. Ella vio unos ojos vacíos al violarla, y ese vacío le provoca una especie de necesidad de culpar a alguien y hacérselo pagar, o más bien de encontrar la razón de todo “aquello” que ocurrió no se sabe cuándo. Ella tal vez no es una puta, pero se lo cree. Es su rencor quien le hace creérselo, es su neurosis asesina. Pero ella también es una princesa que busca cómo hablar y que también busca un príncipe que le hable.
          Ella le dice a él que cuando folle a una chica piense bien en lo que quiere decir, o sea, que folle con algún sentido, pero a él lo declara sordo. ¿Es esta profunda sordera el destino de la pareja humana?
         Bolaño nos asoma al abismo que separan estas dos cosas: o puta asesina o princesa, pero nosotros ya estamos dentro de la narración donde nos dice que ella lo eligió a él porque es algo personal, a pesar de que él nunca la violó. Así pues ella es “la princesa inclemente” a causa de que él es, precisamente, “el príncipe vehemente, el príncipe de la máquina del tiempo”.
           Ella le recuerda sus palabras de entonces que no están nada claras, pues le decía “viento”, o “calles subterráneas, o “tú eres la fotografía”, porque tal vez él es el prototipo del hombre tal como ella lo imagina, ajeno a todo, con una necesidad que circula por calles subterráneas y pasa como el viento hacia la necesidad que un cuerpo tiene de otro cuerpo, una persona a la que sus palabras le llegaban al centro de su testosterona donde ésta acaba actuando como un mar de semen. Y todo lo dice ella en su imaginación mientras él permanece atado oyendo como le dice que ella le dio ocasión de no seguirla, pero él prefirió estar con ella. Éste es un momento de responsabilidad, pero aleatorio y tomado en el cuento muy a la ligera, pero al fin, es un momento que contiene cierta responsabilidad aunque de su decisión  él no se esperara tanto desastre. ¿Podría suponer tanto peligro irse solo con una mujer a su casa o al revés? Seguramente no, pensará él que en efecto elige, se va con ella y está dispuesto a todo. Este “ligero detalle” podría dar otro enfoque a la historia porque presta cierta credibilidad en que ella algún día fue violentada por un macho sin demasiados miramientos.   
             Pero siguiendo por lo desconocido de la historia, ellos dos están viviendo un violento y justo absurdo donde Bolaño nos transporta de un lugar a otro de este laberinto imaginario bordeando la locura, sin que terminemos de darnos cuenta de a dónde nos quiere llevar,  hasta que al final ella afirma que “el azar es el mayor asesino de la Tierra”.
          Sinceramente creo que él, al aceptar irse con ella, rompe ese juego y que aquí ya no sólo habría azar, sino destino, ya que quien comete locuras bien pudiera caer en la trama negra de alguna de ellas. Pero siguiendo el cuento y  la tesis de Bolaño podríamos preguntarnos:
          ¿El azar puede estar al servicio de los psicópatas?
         Y no nos quedaría más remedio que decir que pudiera ser verdad.      

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